sábado, 26 de julio de 2008

Largos viajes hacia la noche

Desde que tengo memoria, mis días fueron largos viajes hacia la noche. Porque a la noche me despertaba.
Durante el día, iba contando los minutos, inconcientemente, para que todo se callara.
Y cuando todos se iban a dormir, yo me sentaba a dibujar, a escribir, a pensar.
Al otro día me tenía que despertar temprano y vivía dormida. De día. Y en cuanto podía me dormía una siesta en medio de una clase, a la hora del almuerzo o en el colectivo, de vuelta a casa. Y lo que me costaba resolver durante el día, a la noche lo solucionaba muy relajada.
Pasado y presente, porque me sigue pasando.
Ahora, de todas formas, me duermo bastante temprano por el cansancio; pero me queda una sensación de desperdicio, de pérdida de tiempo y de ideas.
Sigo viajando hacia la noche. Cada día. Pero cuando llego, no me bajo.