lunes, 31 de agosto de 2009

Océanos

Nunca lo tocó. Cuando era chiquitito, bebé, lo cuidaba una amiga que vivía adelante. No lo bañaba, no lo acariciaba, lo tocaba lo mínimo indispensable.
El pobre sufrió el castigo de ser el hijo de un cliente. Nunca entendió tanta indiferencia, tanto odio, porque siempre creyó que era el hijo de su padre. Hasta que empezó a pensar.
Su padre lo trataba con distancia y tristeza. Claro. Ese nenito bonito y gordinflón era la imagen del pasado de su joven esposa, aunque le inspiraba cierta ternura a veces. Quizás era pena.
Ella lo miraba y se le retorcía el estómago. Cuando descubrió que estaba embarazada, aunque trataba de imaginarse de quién podría ser, no lograba saberlo. Tampoco lo supo durante los primeros días de nacido. Pero al mes y medio, más o menos, comenzó a sospechar de quién era hijo. Y el recuerdo no la hacía felíz. De todas las personas con las que la habían hecho trabajar, ese tipo era el último del que hubiera querido quedarse con un recuerdo.
Y ahí estaba. No podía tocarlo. Cada día se parecía más y lo único que podía hacer, era alejarse.

Ernesto estaba solo. Había dejado a todos en Ucrania. Y estaba triste. Triste.
No encontraba razones para levantarse a la mañana.
Cuando se fue, pensó que iba a estar mejor en un nuevo lugar.
Sin embargo, todo era demasido distinto. La vida se le hacía muy difícil. El idioma y las costumbres le eran totalmente ajenas.
Y a veces, de noche, lloraba. Y al día siguiente le dolía el cuerpo de tanta caña que había tomado.
Salía a trabajar ojeroso y gris, con sus anteojos redonditos y el pelo engominado hacia el costado.
No era feo tipo. Aunque un poco bizco y con calvicie incipiente, lo que le quitaba atractivo era esa actitud de poca cosa que tenía.

El primer tiro se lo pegaron en el barco en el que la traían. Tenía 16 años y a los pocos minutos de embarcar se avivó de lo que pasaba.
La Tía Ester se ofreció a acompañarla en el viaje. Sus padres no podían viajar, la extrema pobreza en la que vivían a gatas si les alcanzaba para darles algo de comer al resto de los hijos.
Aparte, ella fue quien hizo de celestina entre el muchacho adinerado que vivía en la Argentina y su sobrina. Sobrina bastante lejana, pero sobrina al fin. Y a ella le preocupaba mucho poder salvarla, sacarla de esa vida que no iba a llevarla a ninguna parte... Con lo linda e inteligente que era...
Así que con una foto de un hombre joven ricamente vestido y un pedido formal de mano hacia los padres, carta de amor hacia Rita, los convenció (¿sacándoles, tal vez, un peso de encima?) y emprendieron el viaje hacia acá.
Pero.
Pero el pasaje no era para la cubierta. No era para un camarote de lujo con dos cuchetas. No era para una novia.
La metieron en un cuartucho oscuro, abajo, con otras seis chicas y dos mantas apolilladas.
La tía desapareció en los pisos superiores.
El resto de las chicas estaban igual de confundidas. Todas tenían al mismo futuro esposo esperándolas en Buenos Aires.

El nombre de Cosito

Es Lautaro.
¡Y le queda perfecto!

viernes, 21 de agosto de 2009

Lecciones

Me pregunto cuántas veces yo seré igual de metida, sin darme cuenta.
En cuántos momentos me pondré a opinar, a aconsejar como suegra mala onda, aunque con la mejor de las intenciones.
Porque eso es lo que pasa: uno aconseja siempre desde el cariño, el cuidado hacia el otro, partiendo de una autorreferencia.
Y, lamentablemente, generalmente las autorreferencias no son bien recibidas desde el otro lado, sobre todo si son negativas.
Hoy ya me venía craneando sobre una amiga, una gran amiga, que ultimamente me aconseja aleccionándome, y retándome si viene a su caso, según sus propios niveles de pensamiento. Y como vengo bastante bien adiestrada con el libro "Guía Inútil para Madres Primerizas", de Ingrid Beck y otra chica que ahora no recuerdo, que habla sobre la maternidad y sus aledaños, pero que yo extendí hacia el resto de la vida, me reía imaginando qué pasaría si todas las personas a las que ella juzga y comenta, le dijeran cada cosa que piensan acerca de cómo cría a sus hijos, cómo maneja su carrera, qué relación tiene con su marido, lo bien o mal que le terminaron la casa...
Sin embargo, calculo que a nadie le interesa hacerlo, porque usualmente cada uno observa al otro y respeta las formas.
Hoy a la noche, en medio de un cumple tranquilo y relajado, el marido de mi amiga me invitó a sentarme al lado suyo para preguntarme qué tal iba la obra, y a partir de ahí aleccionarme sobre la cantidad de veces semanales que tengo que ir, predecir que era probable que me dejaran la casa tan mal como les había quedado a ellos, analizarme sosteniendo que yo no me peleaba con los constructores porque ellos tenían mi plata (!!!???)
Y, basicamente, mirarme seriamente los dos, casi con pena, y decirme que no me angustiara, que no querían generar una pelea entre Leandro y yo por este tema. (Requete !!!???)
Ehhhhhhhhh??????????
Jajajajajaa, no, la verdad que no me angustia fue mi respuesta sincera. Después, igual, le pregunté a Leandro si le parecía que fuera a ser así, más allá de todo lo que a nosotros nos puede gustar más, o menos de la forma de manejarse de los constructores. Y no, claro que no.
Pero igual, como ya venía pensando a la tarde sobre estas formas de mi amiga, que ahora se potenciaron con las de su marido, realmente me pregunto cuántas veces yo seré igual?
No, no. Decididamente, voy a estar más atenta. No quiero ser así. Ni por un minuto.
Porque, más allá de quererla con el alma, a veces, con estas cosas, se me van las ganas de verla.
Avisenme, eh, si me zarpo así.

viernes, 22 de mayo de 2009

Cosito

Cosito llegó ayer a la tardecita. No sabemos cómo se llama porque sus papás todavía están eligiendo el nombre, que va a ser hermoso. Cosito es una bolita preciosa que duerme y duerme; tiene carita plácida y cachetes grandotes y rosados.