En cuántos momentos me pondré a opinar, a aconsejar como suegra mala onda, aunque con la mejor de las intenciones.
Porque eso es lo que pasa: uno aconseja siempre desde el cariño, el cuidado hacia el otro, partiendo de una autorreferencia.
Y, lamentablemente, generalmente las autorreferencias no son bien recibidas desde el otro lado, sobre todo si son negativas.
Hoy ya me venía craneando sobre una amiga, una gran amiga, que ultimamente me aconseja aleccionándome, y retándome si viene a su caso, según sus propios niveles de pensamiento. Y como vengo bastante bien adiestrada con el libro "Guía Inútil para Madres Primerizas", de Ingrid Beck y otra chica que ahora no recuerdo, que habla sobre la maternidad y sus aledaños, pero que yo extendí hacia el resto de la vida, me reía imaginando qué pasaría si todas las personas a las que ella juzga y comenta, le dijeran cada cosa que piensan acerca de cómo cría a sus hijos, cómo maneja su carrera, qué relación tiene con su marido, lo bien o mal que le terminaron la casa...
Sin embargo, calculo que a nadie le interesa hacerlo, porque usualmente cada uno observa al otro y respeta las formas.
Hoy a la noche, en medio de un cumple tranquilo y relajado, el marido de mi amiga me invitó a sentarme al lado suyo para preguntarme qué tal iba la obra, y a partir de ahí aleccionarme sobre la cantidad de veces semanales que tengo que ir, predecir que era probable que me dejaran la casa tan mal como les había quedado a ellos, analizarme sosteniendo que yo no me peleaba con los constructores porque ellos tenían mi plata (!!!???)
Y, basicamente, mirarme seriamente los dos, casi con pena, y decirme que no me angustiara, que no querían generar una pelea entre Leandro y yo por este tema. (Requete !!!???)
Ehhhhhhhhh??????????
Jajajajajaa, no, la verdad que no me angustia fue mi respuesta sincera. Después, igual, le pregunté a Leandro si le parecía que fuera a ser así, más allá de todo lo que a nosotros nos puede gustar más, o menos de la forma de manejarse de los constructores. Y no, claro que no.
Pero igual, como ya venía pensando a la tarde sobre estas formas de mi amiga, que ahora se potenciaron con las de su marido, realmente me pregunto cuántas veces yo seré igual?
No, no. Decididamente, voy a estar más atenta. No quiero ser así. Ni por un minuto.
Porque, más allá de quererla con el alma, a veces, con estas cosas, se me van las ganas de verla.
Avisenme, eh, si me zarpo así.
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